Abstract
Por lo general la enfermedad depresiva prolongada comienza en la adolescencia o los años de adulto joven. Alrededor del 15 al 20% de los adolescentes en Estados Unidos ha experimentado un episodio severo de depresión, que es similar a la proporción de adultos que sufren de depresión. Las niñas adolescentes presentan el doble de posibilidades de experimentar depresión que los niños. Entre los factores de riesgo se encuentran eventos de la vida generadores de estrés, en particular la pérdida de un padre por muerte o por divorcio, abuso infantil, atención inestable, falta de habilidades sociales, enfermedad crónica y antecedentes familiares de depresión.1 La depresión como reacción a circunstancias ambientales adversas afecta especialmente a los adolescentes. Por lo que se refiere a la población estudiantil, según el Programa de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Méjico, el síndrome depresivo ocupó el primer lugar entre todos los diagnósticos, con un porcentaje del 48%. La cifra es muy cercana a la reportada por centros similares de Canadá e Inglaterra.2 Si se tiene en cuenta que la mayoría de los estudiantes de la Fundación Universitaria del Área Andina atraviesa esta etapa, se aprecia la importancia del siguiente estudio, que cuantifica la presencia del problema y de algunos factores de riesgo para el mismo. En él se demuestra la presencia de casos de depresión que van de leves a severos.
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