Abstract
La calidad del sueño no se refiere únicamente al hecho de dormir bien durante la noche, sino que también incluye un buen funcionamiento diurno, es decir, la atención necesaria durante el día para realizar cualquier tipo de actividad, por lo que es necesario resaltar que la persona promedio debe dormir, al menos, entre siete u ocho horas diarias para tener una debida higiene del sueño. Se hallaron antecedentes de diferentes investigaciones que dan cuenta de los trastornos generados por la falta o la mala calidad del sueño (Campos Burga, 2018). Un estudio realizado en Arabia Saudita, en el 2008, prueba que las asociaciones entre el estrés, la falta de sueño y la somnolencia diurna excesiva. En Brasil, la Universidad Federal reportó en el 2015 la asociación entre trastorno temporomandibular y la ansiedad, la calidad del sueño y la calidad de vida en los profesionales de enfermería. Igualmente, en el 2014, en Ecuador un estudio estableció que tener buena calidad del sueño es un factor protector frente a la depresión. Además, en Colombia una investigación que examinó la calidad de vida de estudiantes de posgrado de medicina evidenció que el 40 % de estos sufren patologías relacionadas con la gran cantidad de trabajo y el estrés emocional. A su vez, la Universidad Nacional de Colombia, en el 2014, evidenció que los trastornos del sueño están relacionados con el trabajo por turnos nocturnos y forman parte de los trastornos del ritmo circadiano, mientras la Universidad del Rosario, en el 2014, encontró que la falta de sueño por turnos de noche tuvo una respuesta negativa (Godnho et al., 2018).
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